SARA: No se cuando me enamoré de ti, ni cuanto, porque no hay metros cúbicos ni litros para medir todo eso, pero si se por qué, porque cuando andas con catarro hueles a visvaporú , y porque tienes un hueco aquí entre el hombro y el pecho y cuando pongo la cabeza me siento como en casa, y porque todas las fotos que tengo tuyas sales siempre sonriendo, en todas.
Y tú, ¿por qué te enamoraste de mi?
AITOR: Yo no escogí enamorarme de ti. Pero la primera vez que te besé, nuestros dientes se rozaron por una milésima de segundo y fue increíble, y la hora exacta de ese beso eran las 12:10 y quité la pila del reloj, para que se quedara la hora detenida para siempre, parada. El minuto exacto en el que me besaste está metido en un reloj para siempre y ya nunca se que hora es, pero me da igual, y desde entonces miro constantemente el reloj...
¿Sabes lo que e gustaría? Estar tumbado contigo sobre la hierba mirando la luna esa naranja que hay algunas noches de verano y que empezara a nevar y sentir los copos en la cara y tu mano.
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